Durante casi tres siglos, el 2 de Agosto, era un día gozoso en Nuestra Parroquia, al celebrar la fiesta franciscana de Nuestra Señora de los Ángeles y el Jubileo de la Porciúncula, ya que el altar de nuestra Capilla Mayor está hermanado con el de la pequeña Iglesia, conocida como Porciúncula, que san Francisco de Asís dedicó a Santa María de los Ángeles. Esta Iglesia que se encuentra dentro de la gran Basílica que lleva el mismo nombre de esta advocación mariana en Asís (Italia).

Iglesia de la Porciuncula

Esta fiesta es un testimonio de la presencia de la orden de los Mínimos en nuestro pueblo, gracias a la fundación del Monasterio de Nuestra Señora de la Victoria, que Doña Mencía de Salcedo realizó en 1552. La orden estuvo presente en el pueblo hasta el año 1712 (Amezcua, 1992).

Debido a la profunda vinculación del fundador de la orden de los Mínimos, San Francisco de Paula, antiguo patrón de Noalejo y San Francisco de Asís, esta orden se enraíza en la espiritualidad franciscana, celebrando algunas de sus fiestas, como es el Jubileo de la Porciúncula. Por este motivo se concedió el privilegio de poder ganar la indulgencia de la Porciuncula en la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Noalejo, al igual que en las Iglesias esparcidas por el mundo pertenecientes a la orden franciscana, cumpliendo con las condiciones que establece la Iglesia.

Origen del Jubileo de la Porciúncula

La concesión de la Indulgencia de la Porciúncula se dio en 1216, cuando San Francisco de Asís partió para Perusa, junto al hermano Maseo, para ver al Papa Honorio III. Una noche anterior el mismo Cristo y la Virgen, rodeados de ángeles, se le habían aparecido en la capilla de Santa María de los Ángeles en Asís. En esta aparición, el santo le pidió al Señor le concediese una indulgencia a cuantos visitasen la Iglesia dedicada a la Virgen bajo la advocación de María de los Ángeles. El Señor aceptó y le ordenó que se dirigiese a Perusa, para obtener del Papa el favor deseado. El Santo Padre concedió esta gracia.

Un relato antiguo describe así este momento:

«Levantándose al alba, llamó a su compañero fray Maseo da Marignano y se fue al dicho señor Papa Honorio, le dijo: ‘Padre santo y señor mío, hace poco que he restaurado una iglesia en honor de la Virgen gloriosa; suplico a Vuestra Santidad que otorguéis una indulgencia sin tener que dar una limosna’. Respondiéndole, el Papa dijo: ‘No es oportuno hacerlo; en efecto, quien pide indulgencia es necesario que extienda su mano para ayudar. Pero dime, cuántos años quieres y cuanto de la indulgencia debo yo poner’. San Francisco e respondió: ‘Padre Santo, ¡séale grato a Vuestra Santidad no el darme años sino almas!’ El señor Papa dijo: ‘¿Cómo, quieres almas?’ Respondió el bienaventurado Francisco: ‘Quiero, Padre Santo, si es del agrado de Vuestra Santidad, que cuantos confesados y contritos, y, como es debido, absueltos por el sacerdote, entrenen dicha iglesia, sean librados de la pena y de la culpa, en el cielo y en la tierra, desde el día de su bautismo hasta el día y la hora de su entrada en la dicha iglesia’. Y el Señor Papa replicó: ‘Es una cosa muy grande lo que pides, Francisco, pues nunca la Curia romana acostumbró a conceder una indulgencia semejante’


Dijo el bienaventurado Francisco: ‘Señor, lo que pido, no lo pido por iniciativa mía, sino de parte de Aquél que me ha mandado, es decir, del Señor Jesucristo’. Entonces el Papa le interrumpió al instante, diciendo tres veces: ‘¡Nos place que la tengas!’. Los señores cardenales que estaban allí presentes intervinieron: ‘Poned atención, Señor, que si concedéis a este una indulgencia tal, destruís la de ultramar’.


El Señor Papa respondió: ‘Se la hemos dado y concedido; no podemos ni debemos anular lo que hemos hecho. Pero modifiquémosla, para que se extienda sólo a un único día natural’. Entonces volvió a llamar a fray Francisco y le dijo: ‘He aquí que desde este momento concedemos que quienquiera se acerque a dicha iglesia y entre en ella contrito y bien confesado, sea absuelto de la pena y de la culpa. Y queremos que esto tenga valor cada año para siempre, sólo por un día natural, desde las primeras vísperas incluida la noche hasta las vísperas del día siguiente’. Entonces el bienaventurado Francisco, inclinando la cabeza, se disponía a salir del palacio y el Señor Papa viéndolo que se iba le volvió a llamar diciéndole: ‘Oh simplicísimo, ¿cómo es que te marchas? ¿Qué cosa llevas contigo de esta indulgencia?’. El Bienaventurado Francisco respondió: ‘Me es suficiente vuestra sola palabra. Si es obra de Dios, ¡Él debe manifestar su obra! Di esto no quiero ningún otro documento; sino que la carta sea la Virgen María, Cristo sea el notario y los testigos los Ángeles”.

Fratis Francisci Bartholi de Assisio Tractatus de Indulgen- S. Mariae de Portiuncula, nunc primum integer editit PAUL SABATIER, en Collection d’Études et Documents sur l’Histoire Religieuse et Littéraire du Moyen Âge; Tome II, París (Librairie Fischbacher) 1900

Sentido de la Indulgencia de la Porciuncula

Fruto de la petición de San Francisco de Asís al Papa Honorio III para obtener la indulgencia, el 2 de agosto de 1216, ante una gran multitud, en presencia de los obispos de Umbría, éste promulgó el Gran Perdón. Aquel día de agosto, Francisco dijo a la gente cobijada a la sombra de las encinas: «Hermanos, quiero enviaros a todos al Paraíso y os anuncio una gracia que he obtenido de la boca del Sumo Pontífice«.

Ese lejano día de verano marca el nacimiento del tesoro de la Porciúncula: la Indulgencia del Perdón que se puede pedir para uno mismo o para los difuntos. Para obtenerla, es necesario confesarse, participar en la Misa y en la Eucaristía, renovar la profesión de fe durante la visita recitando el Credo y el Padre Nuestro, y finalmente rezar según las intenciones del Papa y por el Pontífice. A partir de las 12 horas del 1 de agosto, y hasta la medianoche del 2 de agosto, la indulgencia plenaria concedida en la Porciúncula se extiende a todas las iglesias franciscanas y aquellos templos que han recibido ese privilegio.

Esta Indulgencia es una invitación a reconocer nuestro pecado y acogerse a la misericordia de Dios que nos renueva por la muerte y resurrección de Jesucristo, gracias a la intercesión de Santa María de los Ángeles.

San Pablo VI, el 14 de julio de 1966, con motivo del 750 aniversario de la concesión de la Indulgencia de la Porciúncula, promulgó la Carta Apostólica «Sacrosanta Portiunculae Ecclesia». Este documento pontificio nos ayuda a conocer el sentido de este jubileo. Reproducimos algunos párrafos:

Un ejemplo excelso de semejante penitente y de un alma consciente de la humana enfermedad fue para nosotros el mismo San Francisco, en el cual admiramos tan bien expresado «el hombre nuevo, creado a imagen de Dios en la justicia y en la verdadera santidad» (Ef 4,24). En efecto, él no sólo ofrece un ejemplo validísimo de aquella conversión a Dios y de una vida auténticamente penitente, sino que ordena en su Regla exhortar a los hombres para que «perseveremos en la verdadera fe y penitencia, porque de otro modo nadie se puede salvar» (Rnb 23); así en el comentario al Padre Nuestro, implora de esta manera al Padre que está en los cielos: «Y perdónanos nuestras deudas: por tu inefable misericordia, por la virtud de la pasión de tu amado Hijo y por los méritos e intercesión de la beatísima Virgen y de todos tus elegidos» (ParPN 7).


Con mucha razón se puede creer que esta exhortación de San Francisco así como aquel admirable amor, por el cual fue movido a pedir la indulgencia de la Porciúncula para todos los fieles, haya nacido del deseo de participar a los demás la dulzura de ánimo que él mismo había experimentado después de haber implorado de Dios el perdón de las culpas cometidas. Lo que con dulcísimas palabras narra el principal escritor de la vida de este Hombre seráfico, Tomás de Celano: «En cierta ocasión, admirando la misericordia del Señor en tantos beneficios como le había concedido y deseando que Dios le mostrase cómo habían de proceder en su vida él y los suyos, se retiró a un lugar de oración, según lo hacía muchísimas veces. Como permaneciese allí largo tiempo con temor y temblor ante el Señor de toda la tierra, reflexionado con amargura de alma sobre los años malgastados y repitiendo muchas veces aquellas palabras: «¡Oh Dios, sé propicio a mí, pecador!», comenzó a derramarse poco a poco en lo íntimo de su corazón una indecible alegría e inmensa dulcedumbre. Comenzó también a sentirse fuera de sí; contenidos los sentimientos y ahuyentadas las tinieblas que se habían ido fijando en su corazón por temor al pecado, le fue infundida la certeza del perdón de todos los pecados y se le dio la confianza de que estaba en gracia» (1 Cel 26).

[…]

Sabemos bien que a lo largo de los siglos una inmensa multitud de peregrinos se ha dirigido incesantemente a la iglesia de la Porciúncula. Ellos se arriesgaban a emprender viajes largos y fatigosos para que, como en un abrazo de la Reina de los Ángeles, a la que la iglesia y basílica de la Porciúncula está dedicada, sus espíritus pudiesen gozar de la quietud luego que le fueran perdonados sus pecados y para ellos se renovase el don de la gracia divina. Al mismo tiempo sabemos bien que también hoy, y sobre todo con ocasión del aniversario de la solemne dedicación de esta capilla, en que la indulgencia de la Porciúncula se puede ganar en todas las iglesias de la Orden Franciscana, muchos peregrinos llegan a la Porciúncula, para nada movidos por la curiosidad o por el entretenimiento, sino solo para implorar el perdón de los pecados, de modo de poder gozar en el futuro de la familiaridad del Padre celestial. Estos, habiendo llegado como peregrinos, indican de alguna manera que la vida del hombre es una gran peregrinación que por un largo y arduo sendero nos conduce hasta Dios” (San Pablo VI)

En la fiesta de la Porciúncula hagamos nuestras las palabras de la liturgia de este día, invocando que el Señor derrame su perdón generoso, por intercesión de Santa María de los Ángeles, como tantas generaciones de cristianos lo han hecho en este día:

Concédenos, Señor,
por intercesión de la Virgen, Reina de los Ángeles,
cuya gloriosa fiesta celebramos hoy, que participemos como ella de la
plenitud de tu gracia. Amen.

Fuentes:

https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2021-08/perdon-asis-peticion-jesus-para-cada-persona.html

http://www.franciscanos.org/enciclopedia/indulgencia.htm

https://www.aciprensa.com/noticias/san-francisco-y-la-porciuncula-sepa-como-obtener-indulgencia-plenaria-hoy-y-manana-63467